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La publicación del libro de Bretón me repugna porque implica dar voz a un asesino de un hecho atroz y por el dolor que inflige a la madre de sus hijos. El juez acordó no secuestrar la publicación. La editorial, no obstante, ha decidido no publicarlo por ahora.
Pretendo hacer un análisis desde la perspectiva estrictamente legal.

En contra de la publicación:
Dice la ley de protección del derecho al honor que es una intromisión ilegítima la utilización del delito por el condenado en sentencia penal firme para conseguir notoriedad pública u obtener provecho económico. Su publicación podría conllevar una lesión irreversible al derecho al honor, intimidad y propia imagen de los hijos y de la madre, aunque luego se retire e incluso se le obligara a indemnizar.
Si el contenido contuviera una apología del asesinato, sería constitutivo de delito.

4. El contenido puede no corresponderse con la verdad judicial recogida en la
sentencia.

A favor de la publicación:
La libertad de creación literaria.
La libertad de expresión Y el derecho a la información.

No hay constancia de beneficio económico por parte del condenado. Aún así, en España no hay norma que impida lucrarse contando el delito cometido, salvo que afectes al honor de las víctimas. Parece claro que hay un interés público, un interés general en el tema. El derecho al honor de personas fallecidas persiste, según el Tribunal Supremo, pero atenuado respecto al de las personas vivas. No obstante, aquí persiste el derecho de
la madre.

Mi opinión personal es que la dignidad de la madre y de los niños está tan preservada y tan por encima de todo, que nadie es capaz de socavarla, y menos aún el asesino. Como conclusión diría que no procedería una censura previa sin conocer el contenido
concreto del libro, para poder calibrar qué derecho debe primar.

https://www.levante-emv.com/opinion/2025/03/20/onu-dia-internacional-felicidad-fxj-justicia-115477488.html: El desafío de ser feliz

Hoy, 20 de marzo, es el día internacional de la felicidad. Al respecto, parece que la sociedad actual nos ofrece dos opciones: la primera es una felicidad de escaparate, la felicidad del tener y, además de tener, de mostrar, aparentar. Un bienestar del «y yo más». Pero esa felicidad también consiste en tapar (lo que no gusta, lo que no queda bien). Es, al fin y al cabo, una plenitud artificial o incluso artificiosa. Vacía, o al menos plana. Vinculada a las redes, enfocada a ellas y dependiente de las mismas y de sus resultados.

Y la otra opción que parece ofrecernos el mundo en el que vivimos es una posición de desencanto. En la situación actual, tenemos muy presente la degradación ambiental generada por el cambio climático, que produce catástrofes naturales incluso en la puerta de nuestras casas. No notamos avances en el ámbito de la desigualdad y la pobreza: gran parte del mundo parece sumido en el caos. A ello sumamos las guerras, igual de injustas que siempre, pero cada vez más cercanas. Y la política, que podría ser un instrumento de mejora, no ayuda: vemos una peligrosa radicalización de líderes y partidos, que parecen defender en exclusiva sus propios intereses. Ante todo eso, nos sentimos impotentes, incapaces de poner solución a tanto problema global. Todo ello genera un pesimismo, que desemboca en pasividad y desilusión.

Frente a estas dos opciones, os propongo una alternativa a la mediocridad: la felicidad como acto de rebeldía. No planteo una elección fácil: ésta sería una felicidad comprometida, con nosotros mismos y con los demás. Su origen es un propósito de vida, cada uno el suyo propio, meditado y decidido por uno mismo, pero que implica crecimiento personal. Este bienestar favorece la creación de vínculos y se alimenta de la gratitud. Se enriquece con las experiencias, que generan mucha más satisfacción que las posesiones. Un pilar de esta felicidad es el altruismo: sentirnos parte de proyectos que van mucho más allá de nuestra individualidad y que ayudan a los que más lo necesitan, como hace Fundación por la Justicia en cada una de sus propuestas. De este modo, la plenitud se convierte en un desafío, porque no olvidemos que los retos también generan euforia. Esta felicidad elegida implica exigencias: no conformarse, sino aspirar a algo mejor. Y vivir con resiliencia las adversidades, que vendrán. Plantando cara. Pero, siempre, buena cara.

Ya termina la labor de un equipo formado hace ocho años: el Consejo de la Sección de Infancia del @icav_abogacia. Ha sido un reto motivador y enriquecedor. Toca dejar paso a compañeros y compañeras que toman el relevo.  Ahí estaremos apoyando.

EL otro día, como activista de Amnistía Internacional España, estuve acompañando a la fiscal guatemalteca Virginia Laparra. Ella ha sido encarcelada y enjuiciada en su país de origen, porque tuvo la valentía de enfrentarse a la corrupción judicial en su país. Y no se lo perdonaron. Tuvo que exiliarse y ahora tiene la condición de refugiada.

Nos reunimos con la fiscal delegada para delitos de odio y defensa de los derechos humanos de Valencia. Y también con la vicedecana del ICAV Abogacía experta en la defensa de los derechos humanos. Ambas respondieron de la mejor forma posible: mostrando su apoyo y colaborando en difundir dicha situación de opresión.

Debe ser muy duro, y más cuando te has dedicado al ámbito jurídico pretendiendo defender la justicia, que otros utilicen la propia ley para evitar que se haga justicia.

https://www.levante-emv.com/opinion/2025/02/03/defender-justicia-113929713.html

Un día escuché en un programa de radio a una niña definir lo que era un abogado: «es una persona que defiende a otro que es flojo». Y me gustó, porque yo quise entender que la niña se refería como floja a toda persona necesitada de ayuda, de defensa, de orientación. Y conecta mucho con el concepto de abogacía que tengo en la cabeza y al que tiendo: el abogado, la abogada están al servicio (que no es solamente prestar un servicio) de aquellos que lo necesitan. No en vano el origen etimológico de la palabra abogado viene del latín «ad auxilium vocatus», el llamado en auxilio.

No pretendo caer en la ingenuidad de pensar que todas las personas que se dedican a la abogacía defienden a los desvalidos. De hecho, los hay que se ocupan de los intereses de grandes corporaciones, y en ocasiones estos profesionales buscan estrategias en perjuicio de los más vulnerables. No soy ajeno a que los abogados generan muchas veces rechazo: pueden ser vistos como manipuladores del sistema legal en favor de quien puede pagar más. Quien no ha oído el chiste del abogado al que consultan por sus honorarios y contesta: mil euros por dos preguntas. Vaya, ¿no es un poco caro? Sí, ¿cuál es su segunda pregunta?

Pero no es ésa la abogacía que reivindico, porque a lo largo de mi vida me he encontrado con muchos abogados y abogadas con otro espíritu, que es el de defender. Y me parece una palabra preciosa. Proteger de un peligro o ayudar a lograr un propósito. Y para defender adecuadamente no debemos juzgar, eso es tarea de otros. Pero no juzgar no debe confundirse con justificar. Defender es otra cosa y va más allá: es ser instrumento para otros que necesitan de tu preparación, de tu experiencia, de tu criterio.

Si tuviera que elegir una comparación, diría que una persona dedicada a la abogacía es como una herramienta. Parece poca cosa, pero quizá no lo es. Nosotros no podemos poner una tuerca con las manos. Necesitamos una llave inglesa. La llave inglesa está específicamente diseñada para apretar las tuercas. Exactamente como algunos abogados. Y cada uno puede elegir que herramienta quiere ser: el martillo, el taladro o la lima. El mundo de la abogacía es tan amplio como compleja es nuestra sociedad.

Lo que es indudable es que desarrolla una labor importante en nuestra sociedad. Y una muestra es que la Constitución Española ha incluido la figura del abogado en cuatro de sus normas: especialmente como garante y custodio de la libertad que a toda persona corresponde, y encarnando el derecho fundamental de defensa.

Me gusta mucho la frase que un día me dijeron al comenzar a ejercer la abogacía: tu deber es luchar por el derecho; pero el día en que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia.

Fundación por la Justicia no es una entidad de abogados, ni de juristas. Va mucho más allá: es una agrupación de ciudadanos de todos los ámbitos sociales que pretende, a través de sus proyectos, crear una sociedad más equitativa, más consciente y más justa.

Reunión esta mañana en la que la Vicepresidenta  nos convocaba al tercer sector para planificar la estrategia de ayuda y apoyo a las víctimas de la Dana.  Ha sido una reunión muy trascendente en la que las principales pautas han sido: evitar desplazamientos particulares innecesarios; unificar la ayuda a través de entidades y plataformas que haremos un inventario de recursos disponibles; que los principales ayuntamientos afectados hagan un listado de necesidades y de ahí se establezcan las prioridades (ahora son llevar agua u alimentos a los afectados, dejar actuar a emergencias y prestar ayuda a las personas vulnerables que no puedan auto gestionarse). Todo con el objetivo de no incrementar el caos que ya desgraciadamente existe. La prioridad es la gente.

Paiporta, zona 0.

Impresiona la devastación generalizada, solo paliada en parte por la brutal implicación ciudadana.

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